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La situación epidemiológica en la provincia de Buenos Aires se torna preocupante con la emisión de un nuevo aviso sanitario sobre casos de sarampión, apenas semanas después de haberse dado por controlado el brote anterior. Este resurgimiento pone en evidencia las grietas en el sistema de vigilancia y prevención de enfermedades transmisibles, así como la vulnerabilidad de poblaciones que dependen de coberturas vacunales sostenidas.
Desde la cartera sanitaria provincial se ha expresado con firmeza la responsabilidad que recae sobre las autoridades nacionales. Los funcionarios subrayan que la inacción y el desmantelamiento de políticas de inmunización sistemática han contribuido directamente a este escenario. La crítica se centra en la ausencia de gestión coordinada y en la falta de inversión en programas de prevención que históricamente han sido pilares del sistema de salud argentino.
Lo que agrava aún más esta situación es el fenómeno paralelo de legitimación del negacionismo científico desde espacios institucionales. Se ha documentado la promoción de encuentros y jornadas que cuestionan la seguridad y eficacia de las vacunas, incluso desde ámbitos legislativos. Esta combinación de debilidad administrativa y amplificación de desinformación crea un entorno propicio para la propagación de enfermedades que se creían controladas.
Frente a este panorama, se han convocado espacios de resistencia y defensa de la evidencia científica. Diputados nacionales de comisiones especializadas en Salud y en Ciencia y Técnica han organizado encuentros específicamente orientados a rechazar iniciativas antivacunas y reafirmar el compromiso con políticas sanitarias basadas en conocimiento verificable. Estos espacios buscan recuperar el consenso que durante décadas sostuvo programas de vacunación exitosos en el país.
Los especialistas insisten en la necesidad de enfrentar el negacionismo con claridad y responsabilidad, recordando que la salud colectiva depende del mantenimiento de coberturas vacunales altas y de la confianza pública en las instituciones sanitarias. El desafío actual no es solo técnico, sino también comunicacional y político, requiriendo un compromiso renovado con la defensa de la ciencia y la prevención.
